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Primera Vez Frente A Un Cuadro De Van Gogh

Titulo: “Los Girasoles”, 1888
Autor: Vincent Van Gogh
Museo: National Gallery (Londres)
Caracteristicas: Oleo sobre lienzo 93 x 73 cms.
Estilo: Neo-Impresionismo

Lo vi por primera vez hace ya cinco años… Fue un encuentro muy casual que se dio en uno de las tantas salas de un museo, luego de que yo había recorrido ya innumerables pasillos haciendo ruido a cada paso con mis zapatos de goma y tras haber perdido la cuenta acerca de cuántas esculturas -que aún siendo réplicas en pleno proceso de restauración- había visto exhibir sin el menor pudor la fijación que los romanos y griegos desde tiempos inmemoriales tuvieron por la perfección de los cuerpos humanos; así como también, cantidad de pinturas que retrataban a la perfección como era la vida de las mujeres –que no eran tan delgadas como ahora- y quienes vivieron hace ya dos o más centurias atrás.

Como suele suceder con todas las cosas, circunstancias o personas que son importantes o están destinadas a dejar huella en tu vida, el encuentro sucedió sin que yo lo imaginara. Ese día yo no esperaba nada, ni pensaba en nada, tan sólo recuerdo que lo primero que me llamó la atención y por ende provocó que me acercara hasta el lugar en donde él estaba fue el percibir a lo lejos una mezcla de colores reflejados a través de un jarrón lleno con girasoles.

Me hubiera gustado tocarlo, percibir la textura de las pinceladas endurecidas sobre el óleo a través del tiempo, sentir tal vez de un modo más tangible la alegría que visualmente me hizo experimentar la combinación de los tonos tan armónicamente plasmados sobre el lienzo y que a la par de llevarme a imaginar muchísimas cosas acerca de cómo era la persona que pintó el cuadro, para mi representaba una escena mucho más simple y cotidiana.

Todavía no terminaba de asimilar toda esa diversidad de pensamientos y sentimientos generados en mi mente en el instante mismo de estar frente al cuadro, cuando de modo inconsciente mis ojos se posaron en la pequeña etiqueta ubicada al lado derecho del mismo y que además del título de la obra, una breve descripción de la técnica y el año, mi alma se estremeció cuando las letras escritas sobre una de esas líneas me revelaron el nombre de Vincent Van Gogh.

Sería difícil para mi describir la sensación que experimenté en el instante posterior a haber leído eso. Sólo puedo decir, que para una persona ordinaria como yo, que no tiene en lo absoluto ningún conocimiento de arte, ese momento, a la par de experimentar una sensación que sólo puedo describir físicamente como un nudo en la garganta, fue para mi también como si algo muy grande se hubiese develado ante mis ojos.

No sé cuánto tiempo más permanecí ahí contemplando el cuadro, y aún cuando la visita a otras salas del museo se prolongó por un espacio importante de tiempo, mi percepción acerca de otras obras de arte no fue ya la misma, porque fue como si el mismísimo Van Gogh se hubiera encargado de acompañarme por todas y cada una de las salas en donde estuve, se hubiera sentado junto a mi en una de las bancas exteriores o hubiese salido a mi lado en cada una de las fotos que me tomé en el enorme jardín central del museo, todo, para que yo no me olvidara de él jamás.

El tiempo pasó, pero al igual que todos los aromas, los sonidos y los colores nuevos que adquirí a raíz de ese viaje, la imagen de ese cuadro de Van Gogh también permaneció desde entonces indeleble en mis recuerdos, al igual que los cuestionamientos relacionados con la curiosidad natural por saber ¿cuál era el título del cuadro? y ¿en qué momento de su vida lo había pintado Van Gogh?

Ahora, después de 5 años de ese primer encuentro, sé que el cuadro se llama “Los Girasoles” y fue creado durante la epoca en que Van Gogh esperaba la llegada a Arles, Francia de su amigo Paul Gauguin (con el cual pretendía formar una comunidad de artistas y pintores). y para ambientar la famosa “Casa Amarilla” (que era el lugar donde en ese entonces vivía), Vincent pensó en que para decorar las paredes podría realizar bodegones con girasoles provenzales con la intención de que al llegar Gauguin encontrara un lugar confortable; propósito que sí logró a través de una amplia gama de tonalidades amarillas y verdes, en una increíble sensación de alegría y vida, tal y como se encontraba el ánimo del artista en ese momento, y que me sorprende darme cuenta fue el mismo sentimiento que casi 200 años después percibí yo.

El destino podría haber querido que las cosas quedaran hasta ahí, pero hay una anécdota curiosa en la que estando yo, durante el mes de Abril del 2005 en la sala de espera de un hospital aquí en Cd. Juárez, “El Loco de Pelo Rojo” se reveló ante mi otra vez con ese mismo cuadro desde la pared de un consultorio médico cercano al sillón en donde yo estaba, en un reencuentro que me produjo la misma emoción y que a su vez interpreté como buen augurio de que las cosas saldrían bien.. y en realidad así fue.

Me encantaría volver a ese mismo lugar donde lo vi por primera vez, pero sé que tal vez ya no me produciría la misma emoción encontrar ya solamente un cuadro diferente, que es parte de las más de 800 obras que en la actualidad se encuentran “regadas” por todo el mundo y que él realizó a lo largo de 9 años como pintor.

Lo más extraño de todo esto es que a pesar de que sigo también sin saber mucho de arte, muchas cosas cambiaron para mi desde entonces y aunque la verdad no sé si alguna otra vez me tocará coincidir con él nuevamente, lo único que puedo decir al respecto es que sin importar que su vida haya sido tan tormentosa, a raíz de ese primer encuentro con su arte, cada color o pincelada que he visto y reconocido como suya, se ha convertido para mi en sinónimo de alegría y buena suerte que tal vez con el paso de los años seguiré encontrándome en los libros de arte, o mejor aún… me gustaría pensar que en algún museo muy grande al otro lado del océano.

Sea como sea, ¡hasta pronto Van Gogh!, espero algún día volverte a ver.

Autor:

...Mucha gente dice que soy seria, pero los que me conocen saben que no lo soy tanto, creo que más bien soy una mujer que habla poco y se dedica simplemente a escuchar y observar a los demás.

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